Consejo de la Unión Provincial de CCOO de Granada
Resolución a la Comisión Ejecutiva de CCOO-A y a la Comisión Ejecutiva Confederal de CCOO, aprobada por unanimidad en el Consejo de la Unión Provincial de CCOO de Granada, reunido el día 14 de enero de 2011.
Estamos viviendo una situación histórica en la que de hecho lo que se está revisando son las reglas de juego que se pactaron en la transición, tanto en el ámbito social como en el laboral, y también el papel de los sindicatos de clase en nuestro país.Las decisiones que tomemos en estos momentos van a condicionar al futuro de Comisiones Obreras de forma trascendental y a largo plazo. Los aspectos mas institucionales de nuestra labor sindical en sus distintos ámbitos, desde el diálogo y la concertación social hasta la negociación colectiva, que durante estos años nos han permitido defender los derechos de trabajadores y trabajadoras y de la ciudadanía, están siendo puestos en cuestión tanto por el gobierno como por las organizaciones empresariales. No otro es el significado del incumplimiento de los acuerdos pactados y las decisiones unilaterales tomadas a lo largo de la crisis. El objetivo de las organizaciones empresariales es debilitar nuestra capacidad de defensa de derechos, y en eso coincide con la derecha mediática y política.
Lamentablemente las actuaciones del Gobierno también facilitan ese objetivo. El lugar que ocupa Comisiones Obreras, ganado tanto durante el franquismo como en la transición democrática, y posteriormente en los años de nuestro desarrollo como primera organización sindical de este país, está ahora en peligro, por cuanto supone un freno y al escenario de salida de la crisis que los poderes económicos han diseñado y al que los poderes políticos se han rendido. Tenemos por tanto que defender nuestro lugar de la única forma posible: con el apoyo de la clase trabajadora y con la lucha sindical en los centros de trabajo y en la calle. Pero a muchos de los cuadros, delegados y delegadas de Comisiones Obreras, nos parece que las decisiones que se están tomando desde que en mayo de 2010 el Gobierno decidiera un giro radical en sus políticas, no están siendo las mas adecuadas en su manejo de los tiempos, y que no se está teniendo suficientemente en cuenta la opinión de los cuadros sindicales mas cercanos a los trabajadores y trabajadoras, que vamos viendo como éstos se distancian progresivamente de nuestra organización. Durante los meses de preparación de la huelga general del 29 de septiembre pudimos constatar, en las convocatorias de asambleas en los centros de trabajo y en las reuniones con la sociedad civil, algo que corrobora lo que vivimos en nuestras relaciones cotidianas, tanto personales como sindicales: las críticas a los sindicatos de clase han calado en el conjunto de la ciudadanía, que considera que estomas actuando con excesiva pasividad ante la crisis.
Desde entonces, no hemos sido capaces de mantener la movilización y la tensión, pese a que el Gobierno no ha cedido ni un ápice en sus planteamientos. La energía que conseguimos generar en ese momento en nuestra organización y en el mundo del trabajo se ha ido diluyendo. No se trata de buscar culpables sino de analizar los errores para intentar corregirlos, porque el problema no está localizado sino que afecta al conjunto de la organización, que parece haber perdido tono muscular en todas sus estructuras y no estamos haciendo el trabajo necesario para recuperarlo. Entendemos que en este momento era necesario convocar otra huelga, después de haberla anunciado y cuando el Gobierno sigue manteniendo sus planteamientos como inamovibles, no solo en los contenidos de la reforma de pensiones sino en su decisión de legislar a fecha fija haya o no acuerdo. La sensación que está dando es que nos plegamos a intereses partidistas, que nuestras “amenazas” de movilización son poco creíbles, y que realmente no tenemos capacidad de lucha. Esa situación pone en bandeja no solo a este Gobierno sino los próximos que vengan, la posibilidad de obviar nuestro papel como legítimos representantes de los intereses de trabajadores y trabajadoras. Nos está ahogando quizá un exceso de “responsabilidad”, de miedo a exacerbar el conflicto social y a su repercusión en la grave crisis que sufre nuestro país. Pero en el escenario actual, con los distintos actores (gobierno, partidos, empresarios) jugando solo a sacar ventaja, no podemos erigirnos en salvadores de la paz social porque nos estamos suicidando, y el debilitamiento de Comisiones Obreras sería un desastre para los trabajadores.
Somos conscientes de la enorme complejidad del momento y de los riesgos inherentes a las decisiones que tomemos, pero consideramos que el mayor peligro proviene de que perdamos la capacidad de liderazgo y movilización del conjunto de los trabajadores y por tanto la de intervenir con efectividad en el conflicto social actualmente abierto. Percibimos en nuestra actividad sindical que la distancia que nos está separando de nuestra base social se va agrandando, mientras sufren las agresiones a sus derechos y nos ven en las mesas de negociación sin ningún avance. No es un problema de “explicación”, no se trata de que vayamos a contarlo a los centros de trabajo, ni a la sociedad civil; simplemente ya han dejado de querer escucharnos, y no acuden a nuestras convocatorias de asambleas y reuniones.Y nos preocupa que este análisis, compartido en el día a día de la actividad sindical por tantos sindicalistas de base y cuadros medios, no cale hacia los órganos de dirección. Algo está fallando en nuestra organización cuando tantas personas tenemos la sensación de que no se escucha lo que nos parece un clamor, cuando se percibe una disociación entre las bases y la dirección, situación que va desmotivando progresivamente a cada vez mas sindicalistas, que empezamos a sentirnos peones de un juego en que no se cuenta con nuestra opinión, en lugar de miembros de un sindicato de masas, socio político y de clase.
Desde entonces, no hemos sido capaces de mantener la movilización y la tensión, pese a que el Gobierno no ha cedido ni un ápice en sus planteamientos. La energía que conseguimos generar en ese momento en nuestra organización y en el mundo del trabajo se ha ido diluyendo. No se trata de buscar culpables sino de analizar los errores para intentar corregirlos, porque el problema no está localizado sino que afecta al conjunto de la organización, que parece haber perdido tono muscular en todas sus estructuras y no estamos haciendo el trabajo necesario para recuperarlo. Entendemos que en este momento era necesario convocar otra huelga, después de haberla anunciado y cuando el Gobierno sigue manteniendo sus planteamientos como inamovibles, no solo en los contenidos de la reforma de pensiones sino en su decisión de legislar a fecha fija haya o no acuerdo. La sensación que está dando es que nos plegamos a intereses partidistas, que nuestras “amenazas” de movilización son poco creíbles, y que realmente no tenemos capacidad de lucha. Esa situación pone en bandeja no solo a este Gobierno sino los próximos que vengan, la posibilidad de obviar nuestro papel como legítimos representantes de los intereses de trabajadores y trabajadoras. Nos está ahogando quizá un exceso de “responsabilidad”, de miedo a exacerbar el conflicto social y a su repercusión en la grave crisis que sufre nuestro país. Pero en el escenario actual, con los distintos actores (gobierno, partidos, empresarios) jugando solo a sacar ventaja, no podemos erigirnos en salvadores de la paz social porque nos estamos suicidando, y el debilitamiento de Comisiones Obreras sería un desastre para los trabajadores.
Somos conscientes de la enorme complejidad del momento y de los riesgos inherentes a las decisiones que tomemos, pero consideramos que el mayor peligro proviene de que perdamos la capacidad de liderazgo y movilización del conjunto de los trabajadores y por tanto la de intervenir con efectividad en el conflicto social actualmente abierto. Percibimos en nuestra actividad sindical que la distancia que nos está separando de nuestra base social se va agrandando, mientras sufren las agresiones a sus derechos y nos ven en las mesas de negociación sin ningún avance. No es un problema de “explicación”, no se trata de que vayamos a contarlo a los centros de trabajo, ni a la sociedad civil; simplemente ya han dejado de querer escucharnos, y no acuden a nuestras convocatorias de asambleas y reuniones.Y nos preocupa que este análisis, compartido en el día a día de la actividad sindical por tantos sindicalistas de base y cuadros medios, no cale hacia los órganos de dirección. Algo está fallando en nuestra organización cuando tantas personas tenemos la sensación de que no se escucha lo que nos parece un clamor, cuando se percibe una disociación entre las bases y la dirección, situación que va desmotivando progresivamente a cada vez mas sindicalistas, que empezamos a sentirnos peones de un juego en que no se cuenta con nuestra opinión, en lugar de miembros de un sindicato de masas, socio político y de clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario